Es crucial entender que el amor está en nosotros mismos. Es cierto que nos enamoramos y este enamoramiento nos lleva a enaltecer a la otra persona y creer que es la encargada de darme amor, le damos la llave de nuestra felicidad. Mientras nosotros seamos amor y nos amemos a nosotros mismos, podemos amar libremente a los demás.
Desde la Neurociencia, el enamoramiento tiene 3 etapas: la primera es el deseo, esta primera fase gobierna la pasión y el deseo carnal, la segunda es el enamoramiento y las personas están en la búsqueda de la unidad y esperan encontrarlo en la otra persona, nos encontramos en una fase de quererlo todo, de impulso, de aceptación y codependencia, y la tercera etapa es en la que llega el amor real, en donde el amor es más libre.
El enamoramiento no es amor. Es un impulso que nos hace adictos de alguna manera a los estímulos, es una etapa biológica en donde el ser humano se embarca en una búsqueda hasta llegar al verdadero amor, es una etapa y una fase que todos vivimos y nos encanta vivir, en la última etapa llegamos a un acuerdo, llegan los límites, llega la ternura y lo más importante, el equilibrio. Cuando encontramos el amor, llega el disfrute de amar.
Dicen que una pérdida emocional se asemeja al sentimiento de la muerte de un ser querido, e igualmente se debe hacer su correspondiente duelo. El duelo tiene lugar tras cualquier clase de pérdida, aunque suele ser más intenso tras el fallecimiento de algún ser querido. Es la respuesta emotiva a la pérdida de alguien o de algo que es importante para nosotros. La intensidad del duelo no depende de la naturaleza del objeto perdido, sino del valor que se le atribuye.
¿Cuáles son los sentimientos de la ruptura o duelo?
No es un sentimiento único, sino más bien una completa sucesión de sentimientos que precisan de cierto tiempo para ser superados, no siendo posible el acortar este período de tiempo. Aunque todos somos diferentes, el orden en que experimentamos estos sentimientos es muy similar para la mayoría de nosotros.
Queremos blindar nuestro corazón y solo vivir experiencias placenteras que nos hagan sentir bien. Una ruptura de pareja puede ser un momento difícil y doloroso en la vida de cualquier persona. Después de haber invertido tiempo, emociones y esfuerzos en una relación, es comprensible sentir tristeza, ira, miedo, incertidumbre y una sensación de pérdida. Sin embargo, es importante recordar que las rupturas pueden ser una oportunidad para crecer y avanzar, y que es posible superar ese dolor. Las esencias florales son una herramienta natural que puede ayudar a aliviar los síntomas emocionales asociados con la ruptura de una relación.
Esencias florales para un corazón roto
La terapia floral es aquella que a través de las esencias florales te ayudará a gestionar las diferentes emociones que se irá experimentando en las diferentes etapas del duelo desde que una relación se rompe.
Esencias florales que te recomendamos:
- Estrella de Belén: Es la esencia por excelencia para el manejo del duelo. Para el shock causado por malas noticias, la pérdida de un ser querido, susto tras un accidente, etc. También funciona para los duelos no resueltos en el pasado, para los dolores reprimidos que siguen causando malestar de forma inconsciente.
- Nogal: Ayuda a adaptarse a la nueva realidad. Su utilidad es mayor cuando las circunstancias del duelo implican a la persona afrontar cambios en su rol individual, familiar o laboral.
- Castaño dulce: Útil para la angustia extrema. Suele usarse para casos de muerte violenta o pérdidas inesperadas, que no han dado tiempo a la preparación.
- Mímulo: Para el temor de origen conocido, generado por la ausencia de la persona que daba seguridad. Sobre todo cuando se ha perdido a la pareja o a los padres.
- Achicoria: es la esencia floral para las rupturas sentimentales, la posesividad y los celos. En el caso del duelo, sirve cuando hay demasiada dependencia del otro.
Es relevante destacar que la ruptura amorosa se trata de una fase. Por este motivo, no podemos permitir que se extienda en el tiempo más allá de lo adecuado para ponernos en marcha en la recuperación de nuestro bienestar y en la adaptación a nuestra nueva situación personal. Reflexionar acerca de las propias conductas como forma de aprender de los errores puede resultar en cierto modo beneficioso. Sin embargo esto debe realizarse con cierta moderación y siempre y cuando el fin de nuestra reflexión sea seguir adelante.
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