El rol del padre es definitivo para la formación de la conducta y el carácter de los hijos. Mientras que de la madre adquirimos la sensibilidad y la ternura, del padre recibimos la construcción del “yo”.
Ancestralmente la figura paterna representa al Dios Sol, el dador o la fuente de la vida. Simbólicamente es el Dios Padre. En nuestra infancia absorbemos esta energía poderosa del padre, forjamos nuestro carácter gracias a sus conductas o su personalidad, empezamos a socializar y descubrimos nuestra individualidad. Sin embargo, es justamente durante esta época cuando se establecen los conflictos que podemos llegar a tener de adultos.
Cuando tenemos un padre con exceso de poder, o que demuestra una debilidad extrema respecto a su figura paterna, seremos poco asertivos en nuestra vida adulta y no brillaremos con nuestro total potencial.
La función principal del padre en nuestra vida es la de socializar al niño, mostrarle la importancia de las reglas, normas y leyes de la vida. Un padre, debe dar el ejemplo a sus hijos de cómo vivir en sociedad; orientarlo e informarlo al respecto.
Las carencias de nuestros padres o los excesos en su personalidad, pueden representar una variación en el arquetipo paterno, crear conflictos de referencia en el «yo» adulto. Es tan influyente la energía paterna en nuestra vida, que si crecemos con una imagen paterna distorsionada, incluso podemos llegar a tener enfrentamientos con jefes, maestros o cualquier figura de autoridad.
De la imagen paterna además depende la baja autoestima, el exceso de vanidad, el orgullo o la elevación del ego y los desequilibrios de la energía masculina que tanto hombres como mujeres poseen. Es difícil entender la influencia de la energía paterna durante nuestra infancia; sin embargo, ésta se ha grabado en nuestro inconsciente
Bioenergéticamente, los desequilibrios con la imagen paterna también tienen un impacto a nivel físico. Por ejemplo, la infertilidad en hombres y mujeres, los problemas postulares, las desviaciones en la columna y las afecciones cardiacas. De allí la importancia de trabajar las carencias que se han manifestado desde la infancia debido a la imagen que se ha recibido desde el arquetipo paterno.
El girasol:
El uso de las esencias florales, de los diferentes sistemas florales, tienen gran poder de sanación físico y emocional. El girasol, es la flor que representa la relación paterna y sus desequilibrios, al consumirla, se reestablecen los conceptos del “yo”, se potencializa la autoestima, se mejoran las relaciones para establecerlas desde la igualdad y el respeto, equilibra la energía del Yin y del Yang para recobrar el calor, amor y comprensión en nuestras vidas. El girasol favorece además la absorción de la Vitamina D en todos los procesos físicos, ayuda a disolver el tejido graso y mejora el estado de salud en casos de colesterol.